En el día de la primavera, la feria de la alegría comenzará a tomar forma. En ella, el amor tiene cara de mujer, la nena estará feliz porque la salud de nuestros hijos tiene reaseguro y el arte de la elegancia no tendrá cabida para la bonanza de los allí presentes.
En el mundo del espectáculo, la campana de cristal sonará como entre las sogas, un mundo de veinte asientos se filtrará en el gran chaparral de las cosas juzgadas que las altas comedias suelen interpretar.
La polémica en el bar ya se había instalado.
Los 70 daban lugar a todos los derechos a replica posibles y no faltaban algunos sátrapas con piel naranja tratando de imponer un volver a vivir crudo y nefasto.
Había que dar una vuelta de tuerca al asunto. Los grandes valores del tango se estaban presentando mientras el abogado del diablo metía la cola. Ese si era un verdadero malevo.
Habían surgido cuatro hombres para Eva muy poderosos, que con otros más, parecían el hombre del rifle para la toma de decisiones.
El pueblo quiere saber, pero no hay caso. La justa del saber no alcanza y hasta el hombre que volvió de la muerte no es fiable en eso contar todos sus pecados.
Los videos show del momento solo mostraban hechos de alta tensión, y la música en libertad se podía escuchare esporádicamente en algún sótano beat que solapadamente prestaba el lugar.
El humor redondo cedía ante la desidia y el dolor. El reporter Esso era confuso y ocultaba data. Todo estaba cinco pisos en las nubes. La premisa era “si lo sabe, cante“.
El casino Phillips no estaba para bollos. Los sábados eran circulares y los domingos para la juventud eran un bálsamo hasta transformarse en la tropicana club de la época.
Toda pregunta era un Odol de miedo y terror.
-Y ud ¿cómo se llama?
A mi me llaman gorrión, decían por Paternal.
Igual te podías llamar Mónica presenta, Carmiña, Rolando Rivas o Tato Borres, todos estábamos sospechados.
La Radiolandia en tv no daba inmunidad. Por entonces en el club de Hijitus, todas las actividades importantes se hacían los jueves de Stray o los viernes de Pacheco.
¡Que estrellita la mía!
El hiperhumor de la vida no era el ideal. En un teatro como en el teatro muy complicado, uno estaba convencido que aquel circo de Marrone algún día iba a terminar.
Yo, el supremo, debía caer de aquel lugar autoimpuesto.
A decir verdad, da gusto volar por el túnel del tiempo y saber que la democracia no estaba tan lejana.
Se recuerdan las aventuras en el paraíso que las trampas para un soñador solían imponer aun para dos tipos audaces como Rubén y yo.
Cuando uno se fija bien allá, a la rosa de lejos, piensa que siempre va a dar en el blanco.
Las operaciones jaja no estaban tan avanzadas y diga gracias que los dígalo con mímica funcionaban como elemento de prueba y validación.
Tampoco estaba tan arraigada esa estética que el deporte y el hombre podían ofrecer.
Familias enteras podían ser participes. Sino pregúnteles a Candido Perez y sra, la familia Falcon y hasta los Campanelli, que con esa diversidad de personajes lo hubiera aceptado sin chistar.
Por eso, un día la Patagonia dejo de estar tan rebelde. Había que forzar la tregua como remanso gratificante en medio de la tempestad.
El quebracho que acorazo las almas argentinas daban pista de que algo distinto podría llegar.
Mire sino, tanta juventud volvió para preguntarse entre si:
¿Yo me quiero casar, y ud?
Yo, yo solo quiero que un tiempo nuevo sea capaz de recuperar a la Argentina y confirme mi romance con la democracia. Por y para la libertad, esta generación ya luchó y sangró demasiado. Eran momentos delicados del país los 70. La política influya demasiado por aquel entonces. La educación no estaba ajena a esa movida. El año 73 trajo la democracia y con ello, un respiro a un régimen que llevaba 7 años.
Éramos crudos y duchos a laves. Queríamos la libertad y el orden al mismo tiempo.
Con Isabel en el poder, todo se desmadró. Cambia el interventor universitario Puigross por un facho como Ottalagano y alli Lopez Rega mostró su hilacha. El poder volaba para las peores manos. La noche de los lápices por algo existió…
Despues la dictadura sangrienta y todo lo sabido.
No fueron los mejores años, uno los recuerda como tumultuosos y de cambios profundos.
No era lo mejor que nos podía pasar…
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