22 de septiembre de 2010

"Pic-nic en el parque (amor de primavera)” -Ruben Damore

Dedicado a las primaveras de los '70, a los amigos de la secundaria, a la primavera de mis sueños.

En las mañanas que no son campestres, cuando descubro otra cana frente al espejo, cuando al cruzar la calle siento pesados los zapatos que no son de gamuza azul, cuando el trabajo, de sol a sol y sin labrar tierras me agobia, cuando las bocinas tapan mis oídos sin melodía alguna y el humo de los colectivos penetran sin permiso en mis pulmones… necesito volar bajo, recuperar algo de aquel tiempo tan feliz, recuperar esas viejas hojas que hablaban de pasado...
Es entonces que ese día me torna iracundo, camino como un náufrago alrededor de la isla, regresan a mí las fotografías de aquellas primaveras, los viajes al Pereyra, los amigos de la secundaria, a Doña Laura que no nos dejaba sentar en su ventana a esperar que abriera el colegio, aquél pupitre marrón donde dos iniciales tallamos con manos maestras y tu nombre me supo a hierba.
Me abstraigo de todo y vuelo a aquel país de la libertad, al adolescente tierno que creía poder cambiar el mundo. Atravieso con mi balsa el túnel del tiempo y me encuentro con las discusiones en el aula por el día, por el micro a alquilar o si íbamos en tren, por las bebidas y la comida, porque siempre existía el que no quería ir porque no quería ir de caprichoso nomás, porque el resto se desvivía tratando de convencerlo y cuando llegaba el día y un minuto antes de partir, aparecía feliz diciendo que como no iba a venir…!!!
Luego era el reencuentro con extraños de pelo largo, el partido entre hombres y mujeres, el poli-ladrón, las mateadas alrededor del fogón donde la guitarra rasgueaba estaciones, brotaban fantasmas de Canterville, rasguñábamos las piedras, asomaban un hada y un cisne, voceábamos a un oso que quería volver al bosque y solo le pedíamos a Dios que ese día no finalizara…
Todavía me parece sentir el fresco en mi rostro cuando regresábamos porque siempre el viento le decía a la lluvia que hoy no viniese, que no arruinara ese maravilloso día.
Lo que sí no pude jamás olvidar es a esa muchacha de ojos de papel que encendió los míos, a la que pedí tímidamente ‘quiero ser de vos...’, mi eterno amor de primavera...

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