23 de febrero de 2011

"Carhue y Epecuen" - Rubén Damore


La laguna de Epecuén es un espejo de agua perteneciente a la cuenca del sistema de las encadenadas del Oeste, en la provincia de Bs As, Argentina. Carhué es cabecera del partido de Adolfo Alsina.
La Villa Epecuén, se encontraba a orillas del lago que lleva su nombre. El agua de este particular lago, rica en magnesio y con grandes concentraciones de salitre (a un nivel similar al Mar Muerto), poseía propiedades curativas y fue rápidamente descubierta fomentando un gran comercio y turismo que dependió de los caudales, no muy frecuentes del lago.
Se cuenta que el cacique puelche Carhue ("Valle Verde ó corazón puro"), enamorado de Epecuen ("eterna primavera"), cura milagrosamente de una extraña parálisis al sumergirse en la gran laguna que formaron las lágrimas de dolor de su amada.
Conjuntamente con los balnearios que se instalaron en todas sus costas se fueron creando hoteles y la gente comenzó a radicarse y conformar una villa turística. De esta forma, comenzó un ritmo frenético de construcción de hoteles de categoría internacional.
Al lado de los hoteles comienzan a establecerse trabajadores y propietarios y así para 1930 la villa “Mar de Epecuén” o “Epecuén Ville” como se la nombraba, ya contaba con una iglesia en construcción, una escuela y todos los servicios de un pequeño pueblo.
A partir de allí la historia de crecimiento de la villa no cesaría: tres líneas ferroviarias tenían parada en Carhué y su lago. Las empresas promocionaban pasajes con descuentos, sumaban frecuencias y hasta instalaban oficinas de turismo en sus estaciones.
Villa Lago Epecuén llegaría a contar con 5.000 plazas hoteleras declaradas. Hasta el año 1985 eran alrededor de 250 establecimientos dedicados exclusivamente al turismo que en sus mejores épocas, es decir en los 70 sumaban 25.000 personas por temporada estival. En 1909 el Ministerio de Obras Públicas de la Provincia le da un respaldo científico-médico a sus aguas milagrosas. A partir de allí, el interés y prestigio fueron creciendo, y se comienza a vislumbrar un gran futuro para el Lago Epecuén. Varios pioneros y visionarios efectúan obras cuyo fin es dar a los bañistas confort y servicios. El ritmo de crecimiento se hizo frenético, se construían hoteles de alta categoría, balnearios imponentes y enormes residencias privadas, a la par de la instalación de empresas extractoras de sal, barro radioactivo, fábricas de jabones a partir del fango, etc.
Ya en los ’70 y bajo la tutela del municipio se encara un proyecto ambicioso y que daría el esplendor máximo a la Villa. Se diseña y construye un complejo que constaba de una gran pileta de agua dulce a sus orillas y una serie de vestuarios, duchas y confitería a la vera del lago.
Por obras realizadas en el sistema de Lagunas Encadenadas comienza a verterse agua al lago lo que hace que se deba construir en 1978 un murallón para contener el ingreso del agua al ejido. (El canal Florentino Ameghino costó u$s 30.000.000...)
Así a medida que aumentaba el agua se levantaba y consolidaba el terraplén.
Pero un domingo, un 10 de noviembre de 1985 el muro de contención que poseía más de 3.50m de altura, sucumbió y poco a poco fue sumergiendo al pueblo y su rico pasado.
Al cabo de 15 días el pueblo estuvo prácticamente sumergido por más de dos metros de agua.
La situación se intensificó y un par de años después el pueblo tenía más de 5 metros.
El pico máximo ocurrió en 1993 cuando en ciertos sectores del sumergido pueblo se midieron más de 10 metros.
Sus pobladores que la abandonaron se afincaron principalmente en Carhué debiendo comenzar allí una nueva vida.
Sus habitantes perdieron todo, los sueños de un negocio propio, fruto de la prosperidad, sus casas, escuelas, hospitales... pero sobre todo sus raíces, sus vidas. El pueblo quedo sumergido y en ruinas, no hubo estructuras gubernamentales que se hicieran cargo de la situación.
La constante presión de los inversores, preocupados por su dinero en las épocas de sequía, y el escaso interés del gobierno en controlar y administrar los caudales quisieron desafiar a la naturaleza. Se olvidaron del lugar que ocupamos en la Tierra, de nuestro rol aquí, y del cuidado que se debe hacer del ecosistema sino queremos que se vuelva contra nosotros. La ambición inundó Villa Epecuén.
Las familias fueron trasladadas a viviendas 5 veces mas pequeñas en otros pueblos o ciudades, quedando desamparadas, sin trabajo ni identidad, engrosando los cinturones de pobreza del país. No eran importantes. Ni ellas ni su situación laboral o habitacional.
El cementerio de la ciudad quedo totalmente sumergido y hasta hoy los vivos luchan por salvar las cenizas de sus seres queridos, contra las aguas y contra la indiferencia.
La mayoría de los pobladores iniciaron juicio al gobierno provincial. Algunos cobraron el 50 por ciento del valor de la propiedad y los que pudieron esperar recibieron lo que les correspondía, pero 15 años después. "Nos quedamos sin plata, sin casa y sin trabajo. Fue muy difícil. Se siente tristeza e impotencia porque se podría haber evitado.", lamentó Ricardo Zappia, un ex habitante, sentado sobre los escombros de lo que fue su hotel.
El pueblo permanece aun hoy, sumergido parcialmente, las aguas se retiran y dejan a su paso el recuerdo de lo que fue. Las ruinas emergen como una advertencia de la naturaleza a la humanidad.
Mientras tanto Carhué en 1989 ya pasado el shock, inicia su renacimiento.
El Lago Epecuén y sus propiedades renacen nuevamente.
¿Y si un día te das una vuelta?
Fuentes: www.mirandonoselombligo.blogspot.com

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