16 de diciembre de 2010

"Lola quiere ser reina" - Rubén Damore

Lola tiene apenas nueve. Lola... así se la conoce en su precario barrio del sur de la ciudad. Lola cree vivir una infancia feliz.
Lola es su sobrenombre porque desde siempre la llamaron así. Casi no se reconocía por su verdadero nombre: Dolores.
Lola se levanta antes que todos. Los rayos amarillos la despiertan. Se cuelan por los pequeños orificios del techo de chapa que dejan algunos clavos faltantes. Como son varios, Lola juega, algunas mañanas de sol, a ser una diva iluminada por reflectores. Toma una ojota y la usa de micrófono, se balancea sobre el diminuto colchón despaciosamente para no despertar a su hermanito menor, con quien comparte la cama.
Lola, quiere ser feliz. Lo sueña de noche cuando sus pensamientos son solo para ella. El resto del día lo tiene reservado para cuidar a Manu. Siente que puede ser feliz. Suele imaginar un jardín con hamacas, árboles frutales cuidándola del calor, un perro saltándole alrededor y un hermano más chico que cuidar en ese paraíso.
De todo esto, la realidad solo le había provisto de Manu, pero igual tenía fe. Entre las oraciones que le había enseñado su madre a la virgen de Luján, además de pedir una y otra vez por Manu, también lo hacía por su jardín imaginario.
La dura realidad, la que pasa fuera de su casilla, indica que a su padre la construcción se lo lleva todas las mañanas y lo devuelve por las noches, su madre se desgañita aseando otras casas y ella y su hermano pasan mucho tiempo solos.
No existen los veinticinco de diciembre ni los seis de enero pero a Lola no le interesa mucho. Su misión es armar un mundo diferente para su hermano cada día. Lo alimenta, lo viste, lo higieniza y lo saca a pasear dibujándole en su mente el Riachuelo como un río de aguas transparentes y el terraplén del tren como si fuera la ladera de una montaña.
Sueña y espera. Escucha a compañeras de su escuela hablar de un mundo distinto al de su Barracas. No lo puede imaginar en su barrio. Igual aguarda abrazada a la luna porque sabe que no está sola y que algún día Dios de ellos sí se va a acordar.

Como le dice su madre cada día: debe ser fuerte. Y lo es. La hizo fuerte el entorno y sabe que algún día, todo cambiará. Porque algún día, todo va a cambiar.

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