Y un día, un 10 de enero, se me fue María Elena Walsh.
Y no fue un día cualquiera, tomó vuelo un genio, una creativa, una valiente, un ser diferente y eso duele. Si... la pucha que duele.
Yo sé que esto de la muerte le llega a todos y no avisa. Yo sé que estabas viejita y que algunos achaques vinieron para quedarse. Pero, vos me lo enseñaste: ante la adversidad, no hay que rendirse! pero me dolió que me dejaras.
La vida, hace muy poco, quiso que pudiéramos charlar, escucharnos, sentirnos cerca y eso, para mí, fue tocar el cielo. Había cumplido un sueño de siempre: conocerte.
Merodeaste mi infancia con tus libros, tus cuentos fueron mis cuentos, tus canciones fueron mías y las tarareaba o las silbaba a quien quisiera escucharlas.
A los cinco me reí con una vaca estudiosa y ansiaba conocer la quebrada de Humahuaca, me asustaste con un brujo de muchas 'U', increíblemente me hiciste conocer el te, supe de una reina con extraña forma de batata y no pude llegar a entender bien que sucedía con esa tortuga enamorada pero que ansiaba volver a su terruño.
Luego te metiste en mi vida tanto que pude saborear tus canciones mayores, tus retratos de la sociedad que supiste hacerme conocer, pude quererte más.
Entendí una balada exacta para la gente cómoda y sin ganas de cambiar nada, comprendí que una cigarra cantando al sol es un canto a la libertad y aprendí a respetar más a las mujeres con tu réquiem de madre.
Querida María Elena, una parte de mi infancia acaba de levantar vuelo.
Al final, ¿deberé ponerme los pantalones largos, hablar serio, dejarme crecer el bigote y parecer mayor?
No, no lo haré. Solo haré lo que siempre me enseñaste: seguir contándole a mis hijos, alguna vez cuando lleguen, a mis nietos y a todo bicho chiquito de vos, de tu obra, enseñarles tu camino. Es una forma de no olvidarte. Es una manera más de quererte.
¡¡Gracias por tu compañía, gracias por tan grata visita a mi vida!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu tiempo