Cuenta la leyenda que en los lugares oscuros donde habita la locura, pasan cosas enigmáticas. Será leyenda nomás, porque quiero decir que cuando se visita un psiquiátrico, la marca que deja, aun la más ambigua, representa algo para alguien. Alguien es cualquiera.
En esa experiencia, recuerdo que trate de descifrar aquellas miradas casi uniformes. Escuche los silencios de esas voces ocultas, tímidas, a las que trate con desmesurada pretensión de mi parte, darle un significado.
Los pedidos son a nadie, los pedidos son a todos. Tuve la idea que cuando un paciente esta años internado, el hospital se convierte en su hogar y las pequeñas cosas que adornan su habitación, su cama, el lugar que elige para estar, para caminar, hablan por si solo de las huellas que deja, inequívoca muestra de un hospedaje intrínsecamente irremplazable.
Comprendí y agregue a mi diccionario palabras tales como exclusión, marginación, autoexclusión y automarginación. Observe como el tiempo psíquico prevalece sobre el cronológico, pues mientras la duración de los tratamientos parece ser infinita, la vida se desliza eternamente. Como Serrat, de aquella visita aun conservo un plano detallado del infierno, grafico implacable del delirio en rama que suele reproducir. Sino, solo basta imaginarse como será la vida sin gas y con estas temperaturas.
Amigos: No hay seres humanos de 1ra y de 2da. Los derechos humanos también tienen que ver con el maltrato y la desidia. Se supone que los cuerdos están afuera. Existen responsables que tienen las armas para dar veracidad a esta idea o confirmar que la locura no tiene puerta de entrada ni de salida.
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