10 de junio de 2011

"OSVALDO ARDIZZONE , PERIODISTA Y POETA , UN HOMBRE COMUN" - Gerardo Moszkowicz

Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños ofrecieron a sus ansias sabe que el camino es largo y mucho pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina.

Uno, fijate vos apenas tres letras, apenas dos sílabas qué hallazgo el de Discepolín, Uno y que singularmente plural, que afectuosamente de todos después uno ve tantas expresiones idiomáticas y no solamente que las ve, sino también las escucha
Claro y de tanto verlas, y de tanto escucharlas te enganchas con ese parlamento y lo incorporas a tu chamuyo cotidiano.
Porque las palabras son como las costumbres, se te pegan, se te adhieren y si no pasa revista a cómo has incrementado tu patrimonio dialéctico en los últimos tiempos a niveles coyunturales poco menos que insólitos.
Es que existe ese tipo de chantas que practican la diversión de inventar palabras como ciertos miembros del foro con los latinazgos.
ERGO COGITUM SUM que quiere decir... qué se yo qué quiere decir!
Pero queda bien, es como un adorno y como vos no fuiste muy gomia del manco de Lepanto ni del insigne Cicerón te enganchas con ese parlamento que te suena bian
Como ciertos chabones que pretenden tirarte a la lona con un savoair faire O con un ok O con un stak dicho así dicho así como al descuido casi con desaliño como quien tiene guita chica para el cambio.
Y en medio de esta avalancha coyuntural.
De palabras y de expresiones idiomáticas te encontrás con ésta del hombre común
Fijate vos, Enrique lo dijo nada más que con tres palabras...
Y este tipo que dice El hombre común.
Qué solemne comparado con la modestia y la sencillez de Enrique.
Por eso yo te voy a invitar a bucear en las capas sociales la acepción de esa expresión idiomática: El hombre común
Para el pequero, el que hizo un arte de la carpeta, el hombre común es el otario que supone que de un mazo de naipes puede salir un elefante como de cierta marca de heladeras.
Para el punguista, actividad que cada día hay menos en nuestro país, porque quien va ir con guita a los colectivos, el hombre común de antes era un otario que llevaba la cartera desguarnecida en el bolsillo de culata como dicen en su argot, vulgo, bolsillo trasero del pantalón
Para los intelectuales, que los hay todavía en nuestro país el hombre común es un tipo que sí sabe leer y escribir pero que en una trasnochada literaria pudo haber frecuentado las páginas excitantes de Jim de la Selva, por ejemplo, o Tarzán , pero claro que, no frecuentó los atardeceres o los crepúsculos de París tomando café con Simone de Beauvoir tratando los problemas de la senectud, ¡qué va a saber!
Cuando mucho pudo haberse aproximado a una de esas fotonovelas o novelones de aquella Dehli de la época romántica donde el hijo del señor de la casa, el chofer mejor dicho se casaba con la hija del patrón con el consiguiente Happy The end.
Para los políticos, que todavía quedan, el hombre común es un otario que responde a un slogan que puede tener mucho efecto, en el cuarto oscuro en época de elecciones, digamos y cuando haya cuarto oscuro...
Para los sociólogos, actividad muy en boga el hombre común es un colifa, vulgo, alienado a quien se lo puede distraer con un paraje de fin de semana con palmeras y un perro caniche para que jueguen los niños.
Para los demagogos alguien integrante del pueblo que en algunos casos alcanza la jerarquía de soberano.
Es ese que todavía sueña... Es ese que todavía cree... Es ese que todavía espera... es ese que se juega entero a la ingenuidad de una camiseta en la tarde del domingo
Es ese que llena los negocios el día de la madre del padre, de la tía, de la cuñada
Y de toda la parentela que le inventen.
Es ese que llega la noche de navidad a sus casa con los brazos cargados de paquetes.
Es ese que se gasta los pocos mangos que le quedan para que el hijo vaya a a la piscina del club del barrio con las zapatillas de una dos tres y cuatro tiras si las hubiere...
Y No te creas, eh? que una de esas es capaz de recitarte una cuarteta de Almafuerte.
O cantarte un valsecito de Homero Manzi. O decirte las medidas de la Pata Villanueva. O cantarte la última canción de Aznavour. O seguir el romance de Darín con Susana Gimenez.
Mirá todo lo que es el hombre común al cabo la vida, la vida común, si te parece
Pero la vida, una bronca, una rebeldía, una esperanza, un sueño, una casa los hijos, la mujer, el laburo.
Un laburo de ocho horas para ganarse un mango, y a torrar las 8 horas como manda la Biblia para la salud del cuerpo y del alma.
Mirá, si vos querés conocer al hombre común andate cualquier mañana de estas a las estaciones terminales, Constitución, Retiro, al Once.
Lo vas a ver en esa masa informe, esa avalancha que invade los andenes a la hora indecisa del amanecer.
Diez mil, cien mil, un millón de caras, porque parecen todas iguales, muchachas, muchachos, pibes, viejos,
Después invaden los negocios y compran hojitas de afeitar, cigarrillos, el diario.
Toman el café apresurado en el bar de todas las mañanas. Es ese el hombre común...
Hasta que un día, uno de esos tipos, de esos comunes, dejará de frecuentar el hábito de todas las mañanas en la avalancha de los andenes a la hora indecisa del amanecer.
Y nadie se dará cuenta, nadie... Desapareció, un hombre anónimo,
Desconocido, ignorado... Tal vez repare el canillita y diga: ¿cuál? Ud. dice ese hombre alto, ese de saco azul, ese de bigotes, ese que siempre venía a comprar aquí la cómica... ¿cómo? ¿Ud. no sabía? Murió, sí, ¡ese hombre murió! Murió...
Y ¿cómo murió? ¿Cómo murió?, comúnmente, o es que... ¿hay algo más común que la muerte?

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