5 de noviembre de 2009

"Escuelita de Magia" - Scarlett


De repente, la magia me despertó.
Aquella que me llevó y me trajo de lugares inesperados, aquella que me elevaba sobre los hombros, aquella que me distinguió.
Pensar, imaginar, soñar un futuro diferente. Embellecer la vida, colmarla, llenarla de besos, de gritos, de mugre, de mañanas y tardes de sábados interminables, de pelotas de futbol, de viejas camisetas recicladas, de amigos, de niños.
Sin saberlo, me interné en un nuevo mundo y sin pedir permiso. Di rienda suelta a la imaginación.
Primero me rodeé de amigos para que la dicha fuera lo más grande posible. Para que, “compartir” no sea nada más que un verbo.
Y con miedo, al principio, con mucho coraje después, me aboqué a mi único objetivo: generar un clima óptimo para las infancias y compartir con mi hijo, la de él.
Todo se dio casi por casualidad, bah, para mi modo de ver, no existen las casualidades. Dicen que todo está previsto y nada es porque sí.
Organizamos cada sábado para que fuera diferente, para que nadie se aburriera y así comenzaran nuevas vacaciones para el alma.
Cuando un pibe nos sonreía, detrás de la mugre de su carita, de los mocos de su nariz, nos llamaban por nuestros nombres, nos preguntaban si así estaba bien, sentíamos que habíamos llegado, que parte del objetivo se estaba cumpliendo.
Y les hicimos aprender las nomas básicas de este deporte: solidaridad, compañerismo, aplicación de la voluntad en equipo, a gozar de los triunfos y aprender de las derrotas. ¿Y la técnica? Poco, realmente poco. Además poco se podía pedir eso de nosotros. Nuestro fuerte siempre fue el corazón y no los pies.
Cada año crecíamos más y más. Cada año se acercaban más y más pibes. Había quién venia con las mejores zapatillas y la última camiseta de su club preferido. También estaba quien venía sin desayunar y con zapatillas gastadas y la camiseta que había heredado de algún primo o amigo generoso. Todos, para nosotros, eran iguales. No existían diferencias.
Fueron casi seis años maravillosos e inolvidables.
Hoy, a la distancia, mi recuerdo vuela por aquellos sábados de frío o de sudor.
Hoy, mi recuerdo vuela también junto a las alas del gordo Osvaldo y del loco Sergio, amantes eternos de la infancia y el futbol, ángeles transgresores, almas bellas que seguro seguirán sobrevolando el club, cuidando que todo esté bien. Como será ese recuerdo si cuando la boca de algún chico se llena de gol me parece estar viéndoles la cara de alegría.
Magia, siempre la magia.
Pensar que los hombres, para poder trabajar con ella, necesitan trucos para engañar al público.
Nosotros no necesitamos engañar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.
Dedicado al “loco” y al “gordo” que se encargan de limpiar el cielo cada sábado, para que los chicos puedan jugar al futbol.
Rubén Damore de su libro “Cosquillas” – Escuelita de Magia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu tiempo